351 |
(1620) |
En la fuerza de Almería |
se disimulaba Hacén, |
Abencerraje hurtado |
a la indignación del rey: |
5 entre el cuchillo y su cuna |
interpuso Bahamet |
la parte del capellar |
que lo bastó a defender. |
Negado, pues, al rigor, |
10 galán se crïaba él, |
tan hijo, y más, del alcaide |
que Celidaja lo es; |
Celidaja, que en sus años |
virgen era rosa, a quien |
15 del verde nudo, la aurora |
le desata el rosicler. |
Beldad ociosa crecía |
en sus jardines tal vez, |
al son de un laúd con ramas, |
20 que eran cuerdas de un laurel, |
coros alternando y zambras |
con sus moras, hasta que |
daba al céfiro su frente |
aljófares que beber; |
25 de cuya dulce fatiga |
apelaba ella después |
al baño que le templaban |
curiosidad y placer. |
Un día, en las (que le dieron |
30 los jazmines del vergel) |
estrellas fragrantes más |
que claras la noche ve, |
averiguando la halló |
los días de casi tres |
35 lustros de su tierna edad |
aquel niño dios, aquel |
fénix desnudo, si es ave, |
pollo siempre, sin deber |
segundas vidas al sol, |
40 nieto del mar en la fe. |
Por no alterar a la mora, |
en un listado alquicel, |
manto del Abencerraje, |
desmintió su desnudez. |
45 Fïando a un mirto sus armas, |
verde frondoso dosel |
de un mármol que ni Lucrecia |
ni fuente deja de ser, |
pliega el dorado volumen |
50 de sus alas el doncel, |
redimiendo ciegas luces |
que más vendadas más ven. |
Del Abencerraje luego |
copia hecho tan fïel |
55 que los dudara el concurso |
equivocado jüez, |
la ocupación inquiriendo, |
donaire hace, y desdén, |
de que solicite niña |
60 lo que escusará mujer: |
«Ejerced -le dice-, hermana, |
vuestra hermosura, y creed |
que tan vana es la de hoy |
como ingrata la de ayer; |
65 fugitivas son las dos: |
usad de esos dones bien, |
que en un cristal guardáis, frágil, |
lo caduco de un clavel. |
Si os reguláis con las flores |
70 que visten esa pared, |
horas son breves: el día |
las ve morir que nacer. |
Gozaos en sazón, que el tiempo, |
tesorero ya infïel |
75 de ese oro que peináis, |
de ese marfil que escondéis, |
desengaños restituye; |
necia en el espejo fue |
la memoria: mudad antes |
80 parecer que parecer». |
Extrañando la dotrina |
del joven que hermano cree, |
la vergüenza a Celidaja |
le purpureó la tez. |
85 Ardiente veneno entonces |
hielos comenzó a lamer, |
y muda lima, a labrar, |
süave mas sorda, red. |
El ya fraternal engaño, |
90 mal bebido en su niñez, |
disolvía, cuando Amor, |
sintiendo el dichoso pie |
del que ya conduce amante, |
cuanto cauteló el pincel |
95 desvanece, y en su forma, |
pisando nubes, se fue. |
En la fuerza de Almería
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona