Sonetos, por orden cronológico
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Sobre dos urnas de cristal labradas
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De pura honestidad templo sagrado
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Tras la bermeja Aurora el Sol dorado
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Al tramontar del sol la ninfa mía
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Oh claro honor del líquido elemento
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Raya, dorado Sol, orna y colora
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Cual parece al romper de la mañana
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Suspiros tristes, lágrimas cansadas
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Ya besando unas manos cristalinas
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Oh piadosa pared, merecedora
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Rey de los otros, río caudaloso
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¡Oh niebla del estado más sereno...!
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Mientras por competir con tu cabello
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Fragoso monte, en cuyo vasto seno
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Ya que con más regalo el campo mira
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Verdes hermanas del audaz mozuelo
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Ni en este monte, este aire, ni este río
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¿Cuál del Ganges marfil, o cuál de Paro...?
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Culto jurado, si mi bella dama
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Ilustre y hermosísima María
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Cantastes, Rufo, tan heroicamente
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Con diferencia tal, con gracia tanta
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La dulce boca que a gustar convida
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No destrozada nave en roca dura
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Varia imaginación, que en mil intentos
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No enfrene tu gallardo pensamiento
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Gallardas plantas, que con voz doliente
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Del color noble que a la piel vellosa
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¡Oh excelso muro, oh torres coronadas...!
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Tres veces de Aquilón el soplo airado
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Sacra planta de Alcides, cuya rama
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Aunque a rocas de fe ligada vea
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Deste más que la nieve blanco toro
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No en bronces, que caducan, mortal mano
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Tú, cuyo ilustre (entre una y otra almena...)
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Por niñear, un picarillo tierno
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Grandes, más que elefantes y que abadas
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Téngoos, señora Tela, gran mancilla
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Duélete de esa puente, Manzanares
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Sacros, altos, dorados capiteles
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Árbol de cuyos ramos fortunados
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Si ya la vista, de llorar cansada
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Descaminado, enfermo, peregrino
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Muerto me lloró el Tormes en su orilla
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Herido el blanco pie del hierro breve
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Cosas, Celalba mía, he visto extrañas
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Cuantas al Duero le he negado ausente
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Este monte de cruces coronado
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Sea bien matizada la librea
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Pender de un leño, traspasado el pecho
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Las tablas del bajel despedazadas
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Yacen aquí los huesos sepultados
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Verdes juncos del Duero a mi pastora
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De ríos, soy el Duero, acompañado
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¡Ayer deidad humana, hoy poca tierra...!
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Lilio siempre real nací en Medina
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Clavar victorïoso y fatigado
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Hermosas damas, si la pasión ciega
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Si Amor entre las plumas de su nido
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Llegué a Valladolid, registré luego
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Jura Pisuerga, a fe de caballero
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¡Oh qué malquisto con Esgueva quedo...!
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¿Vos sois Valladolid? ¿Vos sois el valle...?
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Valladolid, de lágrimas sois valle
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La plaza, un jardín fresco; los tablados
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Del león, que en la Silva apenas cabe
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Montaña inaccesible, opuesta en vano
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Vencidas de los montes Marïanos
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Clarísimo marqués, dos veces claro
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Velero bosque, de árboles poblado
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Volvió al mar Alcïón, volvió a las redes
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Oh tú, cualquiera que entras, peregrino
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Alta esperanza, gloria del estado
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Cisnes de Guadïana, a sus riberas
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Deja el monte, garzón bello, no fíes
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Corona de Ayamonte, honor del día
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A los campos de Lepe, a las arenas
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Al sol peinaba Clori sus cabellos
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Sacro pastor de pueblos, que, en florida
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Mientras Corinto, en lágrimas deshecho
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Gracias os quiero dar sin cumplimiento
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¿De dónde bueno, Juan, con pedorreras?
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Este, a Pomona cuando ya no sea
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Llegué a este Monte fuerte, coronado
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Oh marinero, tú que, cortesano
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En el cristal de tu divina mano
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Los blancos lilios que de ciento en ciento
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Señora doña puente Segoviana
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De chinches y de mulas voy comido
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¿Son de Tolú, o son de Puerto Rico...?
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Música le pidió ayer su albedrío
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En tenebrosa noche, en mar airado
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El cuarto Enrico yace mal herido
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Pálida restituye a su elemento
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Nilo no sufre márgenes, ni muros
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Señores corteggiantes, ¿quién sus días...?
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La fuerza que infestando las ajenas
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Consagróse el seráfico Mendoza
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Este, que Babia al mundo hoy ha ofrecido
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El conde mi señor se fue a Napóles
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Si ya el griego orador la edad presente
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A la que España toda humilde estrado
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No de fino diamante, o rubí ardiente
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Máquina funeral, que desta vida
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Ícaro de bayeta, si de pino
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Oh bien haya Jaén, que en lienzo prieto
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Urnas plebeyas, túmulos reales
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¡Oh de alto valor, de virtud rara...!
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Este, que en traje lo admiráis togado
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Poco después que su cristal dilata
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Despidióse el francés con grasa buena
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Ceñida, si asombrada no, la frente
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Si ociosa no, asistió naturaleza
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Vive en este volumen el, que yace
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Segundas plumas son, oh lector, cuantas
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Salí, señor don Pedro, esta mañana
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Esta en forma elegante, oh peregrino
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¡A la Mamora, militares cruces!
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Llegué, señora tía, a la Mamora
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Hojas de inciertos chopos el nevado
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Un culto Risco en venas hoy süaves
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Entre las hojas cinco generosa
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No entre las flores, no, señor don Diego
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Pisó las calles de Madrid el fiero
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En villa humilde sí, no en vida ociosa
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Restituye a tu mudo horror divino
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Generoso esplendor, si no luciente
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Esta, que admiras, fábrica, esta prima
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En vez de las Helíades, ahora
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Florido en años, en prudencia cano
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En vez, Señora, del cristal luciente
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Esta de flores, cuando no divina
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La Aurora, de azahares coronada
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¿En año quieres que plural cometa...?
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Tonante monseñor, ¿de cuándo acá...?
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Purpúreo creced, rayo luciente
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Al que de la conciencia es del tercero
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A este que admiramos en luciente
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Ave real de plumas tan desnuda
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Dulce arroyuelo de la nieve fría
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Peinaba al sol Belisa sus cabellos
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Prisión del nácar era, articulado
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Mis albarcoques sean de Toledo
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Hurtas mi vulto, y cuanto más le debe
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Este funeral trono, que luciente
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Las que a otros negó piedras oriente
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Los rayos que a tu padre son cabello
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Teatro espacïoso su ribera
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Sella el tronco sangriento, no lo oprime
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Ser pudiera tu pira levantada
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Aljófares risueños de Albïela
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Al tronco Filis de un laurel sagrado
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El conde mi señor se fue a Cherela
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El conde mi señor se va a Napóles
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Al tronco descansaba de una encina
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Con razón, gloria excelsa de Velada
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Mariposa, no solo no cobarde
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En este occidental, en este, oh Licio
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Menos solicitó veloz saeta
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Oro no rayó así flamante grana
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En la capilla estoy y condenado
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Camina mi pensión con pie de plomo
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De la Merced, señores, despedido
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Sople rabiosamente conjurado
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Cuantos forjare más hierros el hado
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Los días de Noé bien recelara
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Undosa tumba da al farol del día