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(1619) |
Ojos eran, fugitivos, |
de un pardo escollo, dos fuentes, |
humedeciendo pestañas |
de jazmines y claveles, |
5 cuyas lágrimas risueñas, |
quejas repitiendo alegres |
entre concentos de llanto |
y murmurios de torrente, |
lisonjas hacen undosas |
10 tantas al sol, cuantas veces |
memorias besan de Dafnes |
en sus amados laureles. |
Despreciando al fin la cumbre, |
a la campaña se atreven, |
15 adonde, en mármol dentado |
que les peina la corriente, |
sus dos cortinas abrocha |
(digo, sus márgenes breves) |
con un alamar de plata |
20 una bien labrada puente. |
Dichosas las ondas suyas |
que, entre pirámides verdes |
que ser quieren obeliscos |
sin dejar de ser cipreses, |
25 y entre palmas que celosas |
confunden los capiteles |
de un edificio, a pesar |
de los árboles, luciente, |
cristales son, vagarosos, |
30 destos bellos muros, de este |
galán Narciso de piedra, |
desvanecido sin verse, |
y con razón, que es alcázar |
de la divina Sirene, |
35 arco fatal de las fieras, |
arpón dulce de las gentes. |
Armada el hombro de plumas, |
Cintia por las que suspende, |
Cupido por las que bate, |
40 a la ambición es, del Betis. |
Un día, pues, que, pisando |
inclemencias de diciembre, |
treguas hizo su coturno |
entre la nieve y la nieve, |
45 corcillo, no de las selvas |
sino del viento más leve |
hijo veloz, de su aljaba |
dos o tres alas desmiente. |
Síguelo, y en vez de cuantas |
50 a los copos más recientes |
blancas huellas les negó, |
blancos lilios les concede. |
Joven, coronado entonces, |
no sin esplendor, las sienes |
55 de los trémulos despojos |
de un volado martinete, |
cebando estaba, a las orlas |
de un estanque transparente, |
su baharí, que hambriento |
60 picaba los cascabeles. |
Alterado del rüido, |
tienta el acero que pende, |
cobra el caballo que pace, |
si pace quien hierro muerde; |
65 mas, salteado después |
del bellísimo accidente, |
si intempestivo se opone, |
desalumbrado se ofrece: |
con media luna ve un sol |
70 que rayos y flechas pierde |
tras un corzo que no huye, |
sino al Amor obedece. |
Sagaz el hijo de Venus, |
vengativo como siempre, |
75 vana piel le vistió al viento, |
que aun las montañas la creen: |
engañó la cazadora, |
conducida desta suerte |
a ilustrar carro lascivo |
80 de virginales desdenes. |
Ojos eran, fugitivos
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona