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Cuatro o seis desnudos hombros |
de dos escollos o tres |
hurtan poco sitio al mar |
y mucho agradable en él. |
5 Cuánto lo sienten las ondas |
batido lo dice el pie, |
que pólvora de las piedras |
la agua repetida es. |
Modestamente sublime |
10 ciñe la cumbre un laurel, |
coronando de esperanzas |
al piloto que lo ve; |
verdes rayos de una palma |
(si no luciente, cortés |
15 norte frondoso) conducen |
el derrotado bajel. |
Este ameno sitio breve, |
de cabra, apenas, montés |
profanado, escaló un día |
20 mal agradecida fe: |
joven, digo, ya esplendor |
del palacio de su rey, |
el hueco anima de un tronco |
nueve meses habrá, o diez, |
25 a quien, si lecho no, blando, |
sueño le debe fïel, |
brame el austro y de las rocas |
haga lo que del ciprés. |
Arrastrando allí eslabones |
30 de su adorado desdén, |
hierbas cultiva, no ingratas, |
en apacible vergel. |
¡Oh cuán bien las solicita |
sudor fácil, y cuán bien, |
35 émulas, responden ellas, |
del más valiente pincel! |
Confusas entre los lilios |
las rosas se dejan ver, |
bosquejando lo admirable |
40 de su hermosa crüel, |
tan dulce, tan natural, |
que abejuela alguna vez |
se caló a besar sus labios |
en las hojas de un clavel. |
45 Sierpe de cristal, vestida |
escamas de rosicler, |
se escondía ya en las flores |
de la imaginada tez, |
cuando velera paloma, |
50 alado, si no, bajel, |
nubes rompiendo de espuma |
en derrota suya un mes, |
le trajo, si no de oliva, |
en las hojas de un papel, |
55 señas de serenidad, |
si al arco de Amor se cree. |
Cuatro o seis desnudos hombros
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona