No vengo a pedir silencio

258
(1612)
 
 
LOA QUE RECITÓ UN SOBRINO DE DON FRAY DIEGO DE MARDONES, OBISPO DE CÓRDOBA, EN UNA COMEDIA QUE LE REPRESENTARON ÉL Y OTROS CABALLEROS ESTUDIANTES
 
No vengo a pedir silencio,
             que la cómica española
no calza los zuecos que
la antigüedad rigurosa.
5
A solicitar sí vengo
una de las muchas trompas
del monstro que todo es pluma,
del ave que es ojos toda:
de la Fama, que, sin duda,
10 muda a su pesar ahora,
ha concurrido a este acto
o miembros vestida o sombras.
Mas no creo será bien
que tanta modestia rompa,
15
tan vocinglero instrumento:
mienta, pues, ajenas formas,
y a mí, en plectro agradecido
de cítara numerosa,
musa hoy culta me dicte
20
cuanto el Borístenes oya.
En vez de prólogo quiero,
pues lo llama España loa,
ofender süavemente
las orejas (siempre sordas)
25 de tu prudencia (al encanto
de la mágica lisonja),
oh modelo de prelados,
cuando no primera copia
de tu patrïarca santo,
30
luciente de España gloria:
sufre tus prerrogativas,
y breve rato o perdona
o excusa al que parte indigna
es de tu casa Mardona,
35
que en antiguo valle ilustra
las Montañas generosas.
Permite que por mi lira
el mundo todo conozca
tu calificada cuna,
40 tu educación virtüosa,
y en tu adolescencia cana
tu siempre afección devota
al hábito que escogiste,
de que Barbadillo se honra;
45 tu perseverante estudio,
decorado con la borla,
honor del púlpito grave
y de la cátedra docta;
tu penitencia ejemplar,
50 tu humildad, despreciadora
de los lugares en que
aun la obediencia coloca.
Mas, como al fin se le debe
el candelero a la antorcha,
55 y puede esconderse mal
ciudad que el monte corona,
los ojos venció del Duque
tu esplendor, tus religiosas
canas, luciente homenaje
60 del muro de tu persona,
y a tus pies contrita su alma,
bien como herida corza,
del díctamo solicita
las tres venïales hojas.
65
Con invidia luego, santa,
Filipo a tus pies se prostra,
y en cada rodilla suya
no menos que un orbe dobla;
de su consciencia clavero
70 
tres años, las dos heroicas
le introdujiste, virtudes:
justicia y misericordia.
De méritos, ya de edad,
cargado, y de las, que corvan
75
aun las espaldas de Atlante,
comisiones onerosas,
Córdoba te mereció,
cuando pudiera bien Roma
impedir tus venerables
80 sienes con sus tres coronas.
Aquí, pues, de tu piedad
señas has dado no pocas:
léase en Burgos aquel
capítulo de tu historia
85 en el insigne convento,
digo, de San Pablo, pompa
de la provincia por ti,
si admiración no de Europa.
Las piedras de tu palacio
90 lenguas sean de tus obras,
que lenguas de piedra es bien
que eternicen tu memoria;
de esta santa iglesia hable
la fábrica caudalosa,
95 que, agradecida, ser quiere
de tus reliquias custodia.
Díganlo, si no, las mudas,
las cuotidïanas ondas
del profundo, del inmenso
100 oceano de limosnas
que inunda la ciudad. Antes
que en él pierda yo la sonda,
me vuelvo a la, que me espera,
compañía, aunque bisoña,
105 que, por tener las vacantes
de los estudios no ociosas,
le ha hecho al tiempo un engaño,
a que yo os convido ahora.