Tenemos un doctorando

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VEJAMEN QUE SE DIO EN GRANADA A UN SOBRINO DEL ADMINISTRADOR DEL HOSPITAL REAL, QUE ES LA CASA DE LOS LOCOS
 
Tenemos un doctorando,
             discretos y generosos
oidores de las tibiezas
que con empacho supongo.
5 Tenemos un doctorando
criado en un oratorio
(en una casa de orates,
por no decilla de locos),
tan comensal, tan hermano
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aun de los más furïosos,
que un orate, fratres suyo
será pulla para todos.
Este, pues, doctorandico
quiere, en la octava del Corpus,
15 por autorizar el suyo,
hacer burla de nosotros.
Hanos convidado a verlo,
y creo que lo hacen pocos
de los que lo están mirando,
20 si no se ponen antojos;
bien es verdad que su encia
se paga, y aun muy al doblo,
porque no nos puede ver:
y no penséis que es por odio,
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sino por la oblicuidad
de sus dos serenos ojos,
tan serenos, que lo tienen
romadizado y con mocos.
Este, pues, doctoranduncio
30 amaneció con golondros
de doctor, una mañana
que se le alteró el meollo.
Pidióle borla el testuzo,
y entre vano y vergonzoso
35 le dijo a su señor tío:
«Pater noster, yo soy pollo
del huevo que ya empollastes,
con vuestra pluma me honro:
dejarme caer en esta
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tentación de semidocto;
ya que lo soy de la haz,
hacedme del revés tordo,
dotor digo, y sea, una borla,
giralda del capitolio».
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Correspondióle su tío
y, aunque algo escrupuloso
de su talento, a la costa
jinetes ofreció de oro.
Conócelo, porque ha sido
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del ya menguado auditorio
de sus sermoncicos, uno,
y no ha querido ser otro;
conócele que predica,
reventando muy de tosco,
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frusleras italïanas
por monseñor de Bitonto;
conócele que no tiene
ni más partes, ni más tomo,
que las de santo Tomás,
60 y del siempre agudo Scoto;
conócelo, mas la honra
le hizo decir «Sí otorgo»,
aunque ahora la vergüenza
lo tiene como un madroño.
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Hanos traído, pues, hoy
este nieto de Pus Podos
(por lo cumplido de pies,
según la regla de Antonio)
donde me ha obligado a mí,
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por lo que tiene de potro
tortural y aun apretante,
si no de borrico y romo,
a deciros las verdades
que he callado y ya conozco
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de este discípulo mío,
de este ya mi oyente sordo:
lo que trabajé con él
sábelo el santo glorioso
que celebramos hoy, pues
80 quizá quedó menos ronco
de dar voces al desierto
y de convertir escollos,
que yo de explicarle puntos
que hoy le he de dar por el rostro.
8 Es tan rudo su merced,
que puede sanar él solo
mal de madre, muchos más
que darlos, un alboroto.
Presume, con todo eso,
90 su merced, de ingenïoso,
mas es, su ingenio, de seda,
que repite para torno,
donde creo que ha torcido
la de este cándido copo:
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de esta borla blanca, digo,
que ha pretendido baboso
y que ha hilado gusano,
donde se ha de quedar bobo,
que es capullo para unos
100 lo que es borla para otros.
Concédale, pues, el claustro,
este doctoral adorno;
sirva de tilde, la insignia,
a la q de nuestro coco,
105 que hay señor q tilde, que
hanlo crecido de hombros
dos hebras de seda más
que cuatro dedos de corcho.
¡Vanidad de vanidades!
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Tanto levanta del polvo,
su mitra, a la cogujada,
como su capelo al hongo;
defecto natural suple
mal, remedio artificioso:
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mono vestido de seda
nunca deja de ser mono.
Consuélese voacé,
y goce en siglos dichosos
el debido honor a estudios
120 de un Tostado en nuestro horno;
el magisterio romped,
por lo que tenéis de tronco,
los años de las encinas
de nuestro Romano Soto;
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seáis por lo autorizado
mucho más grave que el plomo,
metal que igualmente ignora
la facilidad y el moho;
hágaos por bienquisto, el vulgo,
130 el mismo aplauso que a un toro;
victor os aclamen letras
de escolástico y redondo;
tan pegado a las paredes
viváis, que algún invidioso
135 os rempuje algún suspiro,
cuando no os diga un responso;
sonando al fin vuestro nombre
desde el Cancro al Capricornio,
trompas de la Fama digan
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que se gradúan ya trompos.