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(1610) |
[FÁBULA DE HERO Y LEANDRO] |
Aunque entiendo poco griego, |
en mis greguescos he hallado |
ciertos versos de Museo |
ni muy duros ni muy blandos. |
5 De dos amantes la historia |
contienen, tan pobres ambos, |
que ella, para una linterna, |
y él no tuvo para un barco. |
Dice, pues, que doña Hero |
10 tuvo por padre a un hidalgo, |
alcaide que era de Sesto, |
mal vestido y bien barbado; |
su madre, una buena griega, |
con más partos y postpartos |
15 que una vaca, y el castillo, |
una casa de descalzos |
cernícalos de uñas negras |
en las almenas crïados: |
muchos dones a un candil |
20 y témporas todo el año. |
También dice este poeta |
que era hijo, don Leandro, |
de un escudero de Abido, |
pobrísimo, pero honrado; |
25 grandes hombres, padre y hijo, |
de regalarse, el verano, |
con gigotes de pepino, |
y, los hibiernos, de nabo, |
la política del diente |
30 cometían luego a un palo, |
vara, y no de vagabundos, |
pues no los ha desterrado. |
Era, pues, el mancebito |
un Narciso iluminado, |
35 virote de Amor, no pobre |
de plumas y de penachos; |
de su barrio y del ajeno |
diligentísimo braco, |
grande orinador de esquinas, |
40 pero ventor por el cabo; |
citarista, aunque nocturno, |
y Orfeo tan desgraciado, |
que nunca enfrenó las aguas |
que convocó el dulce canto, |
45 puesto que ya, de Anfïón |
imitando algunos pasos, |
llamó a sí muchas más piedras |
que tuvo el muro tebano. |
Este, pues, galán, un día, |
50 no sé si a pie o a caballo, |
salió (Dios en hora buena) |
no muy bien acompañado. |
Cualquier lector que quisiere |
entrarse en el carro largo |
55 de las obras de Boscán |
se podrá ir con él de espacio, |
que yo a pie quiero ver más |
un toro suelto en el campo, |
que en Boscán un verso suelto, |
60 aunque sea en un andamio. |
Y así, no sé dónde fueron |
ni cómo se convocaron |
los devotos convecinos |
de templo tan visitado; |
65 sé al menos que concurrieron |
cuantos baña comarcanos |
el sepulcro de la que iba |
a las ancas de su hermano. |
Esto sólo de Museo |
70 entendí; y abrevïando, |
a la vela o romería |
llegó en un rocín muy flaco |
el noble alcaide de Sesto, |
y la alcaidesa, en un asno |
75 (con perdón de los cofrades), |
doña Hero, en un cuartago, |
gallarda de capotillo |
y de sombrero bordado, |
que le prestó para ello |
80 la mujer de un veinticuatro. |
Los demás caballeritos |
en la torre se quedaron, |
cuál sin pluma y cuál con ella, |
y todos de hambre pïando. |
85 Alborotó la aula Hero, |
que el muro del velo blanco |
tenía dos saeteras |
para los ojos rasgados, |
a quien se calaron luego |
90 dos o tres torzuelos bravos |
como a búho tal; y, entre ellos, |
el abideno bizarro |
pïóla cual gorrión, |
cacareóla cual gallo, |
95 arrullóla cual palomo, |
hízola ruedas cual pavo. |
Ella, del guante al descuido |
desenvainando una mano, |
lo aseguró y le dio un bello |
100 cristalino cintarazo. |
Quedó aturdido el mozuelo, |
y, medio desatinado, |
almíbar dejó, de amor, |
caérsele por los labios: |
105 poco fue lo que le dijo, |
mas tan dulce, aunque tan bajo, |
que, hecho sacristán, Cupido |
le corrió el velo al retablo. |
Dejó caer el rebozo, |
110 y descubrió un «sepan, cuantos |
esta buena cara vieren, |
que han de morir anegados». |
Crepúsculo era, el cabello, |
del día, entre obscuro y claro, |
115 rayos de una blanca frente, |
si hay marfil con negros rayos; |
de ébano quiere el Amor |
que las cejas sean dos arcos, |
y no de ébano bruñido, |
120 sino recién aserrado; |
los ojazos negros dicen: |
«Aunque negros, gente samo, |
condes, somos, de Buendía, |
si no somos condes Claros». |
125 Los títulos me perdonen, |
y el dibujo prosigamos, |
que si no los tuvo Grecia, |
los pidió a España prestados: |
la nariz, algo aguileña, |
130 que lo corvo, vinculado |
lo dejó Ciro a los griegos, |
como alfanje, en mayorazgo; |
de rosas y de jazmines |
mezcló el cielo un encarnado |
135 que, por darlo a sus mejillas, |
se lo hurtó a la alba aquel año; |
en dos labios dividido, |
se ríe un clavel rosado, |
guardajoyas de unas perlas |
140 que invidia el mar Indïano; |
lo torneado del cuello |
y del pecho el alabastro |
tentaciones son, Señor, |
sed libera nos a malo; |
145 entre lo que no se ve |
y lo que brujuleamos |
metió, una basquiña verde, |
el bastón terciopelado. |
Estas eran las bellezas |
150 de aquel ídolo de mármol |
que a razones y a pellizcos |
tenía ya, el mozuelo, blando. |
Favoreciólos la noche |
prestándoles tiempo, y tanto, |
155 que se contaron sus vidas |
y sus muertes concertaron. |
Señora madre, devota, |
se estuvo siempre rezando, |
y señor padre, poltrón, |
160 se salió a dormir al claustro: |
con esto dieron lugar |
a que el galán diese asalto |
y escalase el pecho bobo, |
sin tocar nadie a rebato. |
165 Celebrada, pues, la fiesta, |
por aquellos mismos pasos |
(si bien con otros intentos) |
que vinieron, se tornaron. |
Pulgas pican al pelón, |
170 y tiénenlo tan picado, |
que diera al Tiempo las plumas |
de su sombrerillo pardo |
para que le sincopara |
el término señalado |
175 a los gustos no cumplidos |
y a los días mal logrados. |
Llegó, al fin, que no debiera, |
en un día muy nublado |
y una noche muy lloviosa, |
180 luto el uno, la otra, llanto. |
Apenas la obscura noche |
las cintas se ató del manto, |
y no del manto de lustre, |
sino de soplos del austro, |
185 cuando el mozuelo orgulloso |
hacia el mar, ya alborotado, |
un pie con otro, se fue |
descalzando los zapatos. |
Llegó desnudo a la orilla, |
190 donde estuvieron un rato |
las faldas de la camisa |
a las ondas imitando. |
Haciendo con el estrecho, |
que ya le parece ancho, |
195 lo que el día de la purga |
el enfermo con el vaso, |
la trémula seña, aguarda, |
que de luz corone lo alto, |
si tanta distancia puede |
200 vencella farol tan flaco. |
Présaga, al fin, del suceso, |
turbada, salió, del caso, |
y cobarde al fiero soplo |
del animoso contrario. |
205 Leandro, en viendo la luz, |
la arena besa, y gallardo, |
«¡Oh, de la estrella de Venus |
-le dice- ilustre traslado!: |
norte eres ya de un bajel |
210 de cuatro remos por banco; |
si naufragare, serás |
Santelmo de su naufragio. |
A tus rayos me encomiendo, |
que, si me ayudan tus rayos, |
215 mal podrá un brazo de mar |
contrastar a mis dos brazos». |
Esto dijo, y repitiendo |
«Hero y Amor», cual villano |
que a la carrera ligero |
220 solicita el rojo palio... |
Aunque entiendo poco griego
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona