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Esperando están la rosa |
cuantas contiene un vergel |
flores, hijas de la aurora, |
bellas cuanto pueden ser. |
5 Ella, aunque con majestad, |
no debajo de dosel |
sino sobre alfombras verdes, |
purpúrea se dejó ver; |
como a reina de las flores, |
10 guarda la ciñe fïel, |
si son archas las espinas |
que en torno de ella se ven. |
Al aparecer le hicieron |
una inclinación cortés, |
15 y con muy buen aire todas, |
que mal pudieran sin él; |
no le hicieron reverencia, |
aunque todas tienen pies, |
porque su inmovilidad |
20 su mayor disculpa fue. |
El vulgo de esotras hierbas, |
sirviéndoles esta vez |
de verdes lenguas sus hojas, |
la saludaron también. |
25 Quién pretende la privanza |
de tan gran señora, y quién, |
admirando su beldad, |
no osa descubrir su fe; |
que el Cupido de las flores |
30 es la abeja, y si lo es, |
sus flechas abrevia todas |
en el aguijón crüel; |
ella, pues, las solicita, |
y las despoja después, |
35 por señas, que sus despojos |
son dulces como la miel. |
Las colores de la reina |
vistió galán el clavel, |
príncipe que es, de la sangre, |
40 y aun aspirante a ser rey. |
En viéndola, dijo: «¡ay!», |
el jacinto, y al papel |
lo encomendó, de sus hojas, |
por que se pueda leer. |
45 Ámbar espira el vestido |
del blanco jazmín, de aquel |
cuya castidad lasciva |
Venus hipócrita es. |
La fuente deja, el narciso, |
50 que no es poco para él, |
y ya no se mira a sí, |
admirando lo que ve. |
Oh, qué celoso está el lilio, |
un mal cortesano que |
55 calza siempre borceguí: |
debe de ser portugués. |
Mosquetas y clavellinas |
sus damas son. ¿Qué más quies, |
oh tú que pides lugar, |
60 que bel mirar y oler bien? |
Las azucenas la sirven |
de dueñas de honor, y a fe |
que sus diez varas de holanda |
les invidian más de diez. |
65 Meninas son las violetas, |
y muy bien lo pueden ser |
las primicias de las flores, |
que antes huelen que se ven. |
De este real paraíso |
70 verde jaula es, un laurel, |
de tres dulces ruiseñores |
que cantan a dos y a tres. |
Guardadamas es un triste, |
fruncidísimo ciprés, |
75 efecto, al fin, de su fruta |
para lo que yo me sé. |
Bufones son los estanques, |
y en qué lo son lo diré: |
en lo frío, lo primero |
80 que se me ha de conceder; |
en el murmurar contino |
y en el reírse, también, |
aunque hacen poco ruido, |
con ser hombres de placer; |
85 en el pedir, y no agua, |
que no es de agua su interés, |
ni piden lo que no beben, |
por siempre jamás, amén. |
Este, de la primavera |
90 el verde palacio, es, |
que cada años se erige |
para poco más de un mes: |
las flores a las personas |
ciertos ejemplos les den, |
95 que puede ser yermo hoy |
el que fue jardín ayer. |
Esperando están la rosa
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona