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Los montes que el pie se lavan |
en los cristales del Tejo |
cuando las frentes se miran |
en los safiros del cielo, |
5 tiranizados tenía |
un cerdoso animal fiero, |
terror del campo, y rüina |
de venablos y de perros. |
Buscándolo, errante, un día |
10 se perdió un galán montero, |
segunda invidia de Marte, |
primer Adonis de Venus; |
escalando la montaña |
y penetrando sus senos |
15 lo dejó la blanca luna |
y lo halló el luciente Febo. |
¡Oh, perdido primero |
tras un jabalí fiero!: |
no te pierdas ahora |
20 tras esa que te huye cazadora. |
La luz le ofreció una ninfa |
que en duda pone a los cerros |
a cuál se deban sus rayos, |
al sol o a sus ojos bellos; |
25 de tres arcos viene armada, |
el uno contra los ciervos, |
contra los hombres los dos, |
blanco el uno, los dos, negros. |
De un cordón atraïllado, |
30 un diligente sabueso |
el viento solicitaba |
y desafïaba al viento. |
Apenas vio al joven, cuando |
las cumbres vence huyendo; |
35 él la sigue, ambos calzados, |
ella, plumas, y él, deseos. |
¡Oh, perdido primero |
tras un jabalí fiero! : |
no te pierdas ahora |
40 tras esa que te huye cazadora. |
Flores le valió la fuga |
al fragoso, verde suelo, |
varias de color, y todas, |
hijas de su pie ligero; |
45 a las malezas perdona |
mal su fugitivo vuelo; |
ellas sí, al coturno de oro, |
engastes del cristal tierno. |
«¡Oh cobarde hermosura! |
50 -dice, el garzón, sin aliento-, |
no huyas de un hombre más |
que sabes huir del tiempo». |
Volviendo los ojos ella |
por flecharle más el pecho, |
55 de que la alcance aun su voz, |
acusa al aire, con ceño. |
¡Oh, perdido primero |
tras un jabalí fiero! : |
no te pierdas ahora |
60 tras esa que te huye cazadora. |
Los montes que el pie se lavan
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona