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(1590) |
Famosos son, en las armas, |
los moros de Canastel; |
valentísimos son todos, |
y más que todos, Hacén, |
5 el Roldán de Berbería, |
el que se ha hecho temer |
en Orán, del Castellano, |
y en Ceuta, del Portugués. |
Tan dichoso fuera el moro |
10 cuan dichoso podía ser, |
si le bastara la adarga |
contra una flecha crüel, |
que de un arco de rigor |
con un arpón de desdén |
15 le despidió Belerifa, |
la hija de Alí Muley. |
Atento a sus demasías |
en amar y aborrecer, |
quiso el niño dios vendado |
20 ser testigo y ser jüez: |
miraba al fiero africano |
rendido más de una vez |
a una esperanza traidora |
y a un desengaño fïel, |
25 ya rindiendo, a su enemiga, |
y entregándole a merced |
las llaves del albedrío, |
los pendones de la fe; |
mirábalo en los ramblares, |
30 ora a caballo, ora a pie, |
rendir al fiero animal |
de las otras fieras rey, |
y de la real cabeza |
y de la espantosa piel |
35 ornar de su ingrata mora |
la respectada pared; |
mirábalo el más galán |
de cuantos África ve |
en servicio de las damas |
40 vestir morisco alquicel, |
sobre una yegua morcilla, |
tan extremo en el correr |
que no logran las arenas |
las estampas de sus pies, |
45 admirablemente ornada |
de un bien labrado jaez |
(obra, al fin, en todo digna |
de artífice cordobés), |
solicitar los balcones |
50 donde se anida su bien, |
comenzando en armonía |
y feneciendo en tropel. |
No le dio al hijo de Venus, |
el moro, poco placer, |
55 y, detestando el rigor |
que se usaba contra él, |
miraba a la bella mora |
salteada, en su vergel, |
de un cuidado que es amor, |
60 aunque no sabe quién es; |
ya en el oro del cabello |
engastando algún clavel, |
ya a las lisonjas del agua |
corriendo con vana sed, |
65 de pechos sobre un estanque |
hace que a ratos estén |
bebiendo sus dulces ojos |
su hermoso parecer. |
Admiradas sus captivas |
70 del cuidado en que la ven, |
risueña le dijo una, |
y aun maliciosa también: |
«Así quiera Dios, señora, |
que alegre yo vuelva a ver |
75 las generosas almenas |
de los muros de Jerez, |
como esa curiosidad |
es cuna, a mi parecer, |
de un Amor recién nacido, |
80 que volará antes de un mes». |
Sembró de purpúreas rosas, |
la vergënza, aquella tez |
que ya fue de blancos lilios, |
sin saberla responder. |
85 Comenzó, en esto, Cupido |
a disparar, y a tender, |
la más que mortal saeta, |
la más que nudosa red, |
y comenzó Belerifa |
90 a hacer contra Amor después |
lo que contra el rubio sol |
la nieve suele hacer. |
Famosos son, en las armas
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona