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(1589) | |
SEGUNDA PARTE DE LA FÁBULA DE LOS AMORES DE HERO Y LEANDRO, Y DE SUS MUERTES | |
Arrojóse el mancebito | |
al charco de los atunes, | |
como si fuera el estrecho | |
poco más de medio azumbre. | |
5 | Ya se va dejando atrás |
las pedorreras azules | |
con que enamoró en Abido | |
mil mozuelas agridulces. | |
Del estrecho la mitad | |
10 |
pasaba sin pesadumbre, |
los ojos en el candil, | |
que del fin temblando luce, | |
cuando el enemigo cielo | |
disparó sus arcabuces, | |
15 |
se desatacó la noche |
y se orinaron las nubes. | |
Los vientos desenfrenados | |
parece que entonces huyen | |
del odre donde los tuvo | |
20 |
el griego de los embustes. |
El fiero mar, alterado, | |
que ya sufrió como yunque | |
al ejército de Jerjes, | |
hoy a un mozuelo no sufre; | |
25 |
mas el animoso joven, |
con los ojos cuando sube, | |
con el alma cuando baja, | |
siempre su norte descubre. | |
No hay ninfa de Vesta, alguna, | |
30 |
que así de su fuego cuide |
como la dama de Sesto | |
cuida de guardar su lumbre: | |
con las almenas la ampara, | |
porque ve lo que le cumple, | |
35 | con las manos la defiende |
y con las ropas la cubre; | |
pero poco le aprovecha, | |
por más remedios que use, | |
que el viento con su esperanza | |
40 | y con la llama concluye. |
Ella entonces, derramando | |
dos mil perlas de ambas luces, | |
a Venus y a Amor promete | |
sacrificios y perfumes; | |
45 |
pero Amor, como llovía, |
y estaba en cueros, no acude, | |
ni Venus, porque con Marte | |
está cenando unas ubres. | |
El amador, en perdiendo | |
50 |
el farol que lo conduce, |
menos nada y más trabaja, | |
más teme y menos presume; | |
ya tiene menos vigor, | |
ya más veces se zabulle, | |
55 | ya ve en el agua la muerte, |
ya se acaba, ya se hunde. | |
Apenas expiró, cuando, | |
bien fuera de su costumbre, | |
cuatro palanquines vientos | |
60 | a la orilla lo sacuden, |
al pie de la amada torre | |
donde Hero se consume, | |
no deja estrella en el cielo | |
que no maldiga y acuse; | |
65 | y viendo el difunto cuerpo, |
la vez que se lo descubren | |
de los relámpagos grandes | |
las temerosas vislumbres, | |
desde la alta torre envía | |
70 | el cuerpo a su amante dulce, |
y la alma a donde se queman | |
pastillas de piedra zufre. | |
Apenas del mar salía | |
el sol a rayar las cumbres, | |
75 |
cuando la doncella de Hero, |
temiendo el suceso, acude, | |
y, viendo hecha pedazos | |
aquella flor de virtudes, | |
de cada ojo derrama | |
80 | de lágrimas dos almudes. |
Juntando los mal logrados, | |
con un punzón de un estuche | |
hizo que estas tristes letras | |
una blanca piedra ocupen: | |
85 |
Hero somos, y Leandro, |
no menos necios que ilustres, | |
en amores y firmezas | |
al mundo ejemplos comunes. | |
El amor, como dos huevos | |
90 | quebrantó nuestras saludes: |
él fue pasado por agua, | |
yo estrellada mi fin tuve. | |
Rogamos a nuestros padres | |
que no se pongan capuces, | |
95 |
sino, pues un fin tuvimos, |
que una tierra nos sepulte. |
Arrojóse el mancebito
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona