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(1588) |
Ahora que estoy de espacio |
cantar quiero en mi bandurria |
lo que en más grave instrumento |
cantara, mas no me escuchan. |
5 Arrímense ya las veras |
y celébrense las burlas, |
pues da el mundo en niñerías, |
al fin, como quien caduca. |
Libre un tiempo, y descuidado, |
10 Amor, de tus garatusas, |
en el coro de mi aldea |
cantaba mis aleluyas. |
Con mi perro y mi hurón, |
y mis calzas de gamuza, |
15 por ser recias para el campo |
y por guardar las velludas, |
fatigaba el verde suelo |
donde mil arroyos cruzan |
como sierpes de cristal |
20 entre la hierba menuda, |
ya cantando orilla el agua, |
ya cazando en la espesura, |
del modo que se ofrecían |
los conejos, o las musas. |
25 Volvía de noche a casa, |
dormía sueño y soltura, |
no me despertaban penas |
mientras me dejaban pulgas. |
En la botica otras veces |
30 me daba muy buenas zurras, |
del triunfo, con el alcalde, |
del ajedrez, con el cura. |
Gobernaba de allí el mundo |
dándole a soplos ayuda |
35 a las católicas velas |
que el mar de Bretaña surcan; |
y hecho otro nuevo Alcides, |
trasladaba sus columnas |
de Gibraltar a Japón, |
40 con su segundo Plus VItra. |
Daba luego vuelta a Flandes, |
y de su guerra importuna |
atribuía la palma |
ya a la fuerza, ya a la industria; |
45 y con el beneficiado, |
que era doctor por Osuna, |
sobre Antonio de Lebrija |
tenía cien mil disputas. |
Argüíamos también, |
50 metidos en más honduras, |
si se podían comer |
espárragos sin la bula. |
Veníame por la plaza, |
y de paso vez alguna |
55 para mí compraba pollos, |
para mis vecinas, turmas. |
Comadres me visitaban, |
que en el pueblo tenía muchas: |
ellas me llamaban padre, |
60 y taita, sus criaturas. |
Lavábanme ellas la ropa, |
y en las obras de costura |
ellas ponían el dedal |
y yo ponía la aguja. |
65 La vez que se me ofrecía |
caminar a Extremadura, |
entre las más ricas de ellas |
me daban cabalgaduras. |
A todas quería bien, |
70 con todas tenía ventura, |
porque a todas igualaba |
como tijeras de murtas. |
Esta era mi vida, Amor, |
antes que las flechas tuyas |
75 me hicieran su terrero |
y blanco de desventuras. |
Enseñásteme, traidor, |
la mañana de san Lucas, |
en un rostro como almendras |
80 ojos garzos, trenzas rubias: |
tales eran trenzas y ojos |
que tengo por muy sin duda |
que cayera en tentación |
un viejo con estangurria. |
85 Desde entonces acá sé |
que matas, y que aseguras, |
que das en el corazón, |
y que a los ojos apuntas; |
sé que nadie se te escapa, |
90 pues, cuando más de ti huya, |
no hay vara de Inquisición |
que así halle al que tú buscas; |
sé que es, tu guerra, civil, |
y sé que es, tu paz, de Judas; |
95 que esperas para batalla |
y convidas para justa; |
sé que te armas de diamante |
y nos das lanzas de juncia, |
y para arneses de vidrio |
100 espada de acero empuñas; |
sé que es la del rey Fineo |
tu mesa, y tu cama dura, |
potro en que nos das tormento; |
tu sueño, sueño de grullas; |
105 sé que para el bien te duermes |
y que para el mal madrugas, |
que te sirves como grande |
y que pagas como mula. |
Perdona, pues, mi bonete, |
110 no muestres en él tu furia; |
válgame esta vez la Iglesia, |
mira que te descomulga. |
Levantas el arco y vuelves |
de tus saetas las puntas |
115 contra los que sus jüicios |
significan bien, sus plumas, |
mas con los que ciñen armas |
bien callas y disimulas: |
de gallina son tus alas, |
120 vete para hideputa. |
Ahora que estoy de espacio
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona