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(1584) |
Aquel rayo de la guerra, |
alférez mayor del reino, |
tan galán como valiente |
y tan noble como fiero, |
5 de los mozos invidiado, |
admirado de los viejos, |
y de los niños y el vulgo |
señalado con el dedo; |
el querido de las damas |
10 por cortesano y discreto, |
hijo hasta allí regalado |
de la fortuna y del tiempo; |
el que vistió las mezquitas |
de victoriosos trofeos, |
15 el que pobló las mazmorras |
de cristianos caballeros; |
el que dos veces, armado |
más de valor que de acero, |
a su patria libertó |
20 de dos peligrosos cercos: |
el gallardo Abenzulema |
sale a cumplir el destierro |
a que lo condena el rey, |
o el amor, que es lo más cierto. |
25 Servía a una mora, el moro, |
por quien el rey anda muerto, |
en todo extremo hermosa |
y discreta en todo extremo. |
Diole unas flores, la dama, |
30 que para él flores fueron, |
y para el celoso rey, |
hierbas de mortal veneno; |
pues, de la hierba tocado, |
lo manda desterrar luego, |
35 culpando su lealtad |
para disculpar sus celos. |
Sale, pues, el fuerte moro, |
sobre un caballo overo |
que a Guadalquivir el agua |
40 le bebió, y le pació el heno, |
con un hermoso jaez, |
rica labor de Marruecos, |
las piezas, de filigrana, |
la mochila, de oro y negro; |
45 tan gallardo iba el caballo, |
que en grave y airoso huello |
con ambas manos medía |
lo que hay de la cincha al suelo. |
Sobre una marlota negra |
50 un blanco albornoz se ha puesto, |
por vestirse las colores |
de su inocencia y su duelo. |
Bordó mil hierros de lanzas |
por el capellar, y en medio, |
55 en arábigo una letra |
que dice: Estos son mis yerros. |
Bonete lleva, turquí, |
derribado al lado izquierdo, |
y sobre él tres plumas, presas |
60 de un precioso camafeo: |
no quiso salir sin plumas, |
por que vuelen sus deseos, |
si quien le quita la tierra |
también no le quita el viento. |
65 No lleva más de un alfanje, |
que le dio el rey de Toledo, |
porque para un enemigo |
él le basta, y su derecho. |
De esta suerte sale el moro |
70 con animoso denuedo, |
en medio de dos alcaides, |
de Arjona y del Marmolejo. |
Caballeros lo acompañan |
y lo sigue todo el pueblo, |
75 y las damas, por do pasan, |
se asoman llorando a verlo; |
lágrimas vierten ahora |
de sus tristes ojos bellos |
las que desde sus balcones |
80 aguas de olor le vertieron. |
La bellísima Balaja, |
que llorosa en su aposento |
las sinrazones del rey |
le pagaban sus cabellos, |
85 como tanto estruendo oyó, |
a un balcón salió corriendo, |
y enmudecida le dijo, |
dando voces con silencio: |
«Vete en paz, que no vas solo, |
90 y en tu ausencia ten consuelo, |
que quien te echa de Jaén |
no te echará de mi pecho». |
Él con el mirar responde: |
«Yo me voy, y no te dejo; |
95 de los agravios del rey |
para tu firmeza apelo». |
Con esto pasó la calle, |
los ojos atrás volviendo |
cien mil veces, y de Andújar |
100 tomó el camino derecho. |
Aquel rayo de la guerra
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona